Hola a
todos mis blogueros seguidores (sé que tengo alguno), quiero que sepáis que me
encanta escribir en el blog, pero tengo poco tiempo, pues como sabéis muy bien
estamos en época de terminación de trabajos y estudiar de lleno para los
exámenes, pero bueno escribir aquí me
gusta y aunque sea de vez en cuando lo haré.
Hoy en esta
entrada me gustaría haceros reflexionar y que opinéis (si queréis) como futuros
Educadores Sociales sobre el tema del que os voy a hablar y es que, como el
tema de los niños me gusta tanto (es mi vocación), me parece muy importante
analizar ciertos temas que quizás tengamos tan interiorizado toda la vida que
ni siquiera hemos pensado en la repercusión que ciertas actitudes estereotipadas
pueden llegar a tener en la vida de una persona.
El tema es
sobre, lo que siempre se ha llamado a “Ser
un chivato”
Me llama la
atención lo que sufren algunas personas, en este caso pre-adolescentes y
adolescentes, con tal de no ser chivatos, es decir llegan a sufrir un “acoso
escolar”, pero no denunciaran que son víctimas de ello por temor a las
consecuencias.
¿Qué entendemos por ser “un
chivato”?
Llevo desde
que entre a trabajar en este colegio como monitora, observando a los padres,
cuando están con sus hijos, profesores y monitores que cuidan los niños en el aula matinal,
comedores, recreos y en todas las situaciones donde un adulto cuida a un menor.
Curiosamente, en un porcentaje altísimo de las situaciones observadas se da la
siguiente respuesta: “no seas chivato” cuando un niño pequeño viene a
“denunciar” su malestar porque alguien le ha quitado una galleta, alguien
le ha quitado un juguete, o porque alguien le ha pegado una patada…Eso
es lo que respondemos los adultos ante las denuncias de los pequeños. Crecen
por tanto con ese prejuicio “el de ser un chivato”, y cuando son más mayores,
tragan carros y carretas con tal de no
ser chivatos.
Pienso que
hay un número elevado de chicos y chicas
que sufren en los colegios. No sé si cambiando este prejuicio, se solucionen
todos los problemas, pero sí se podrán detectar, en muchos casos, antes de que
lleguen a mayores, y todo esto que cuando son pequeños parece una tontería, se
convertirá en acoso y entonces tendremos todos “los educadores” de ese niño/a
un gran problema.
¿Qué podemos hacer como “Educadores”
para cambiar esta realidad?
Con niños pequeños: Cuando los peques se quejen de
algo, hacerles caso y enseñarles, conforme a su edad, que tiene importancia y
que no. Que es denunciable y que no. Por supuesto, que se metan con ellos o que
les peguen, es denunciable y no “chivarse”. Les podemos dar estrategias para
defenderse de manera asertiva, y arreglar sus problemas sin recurrir
permanentemente al adulto, pero debemos “escucharles siempre”.
Con chicos mayores: Fomentemos la comunicación.
Hablemos sobre la importancia de la denuncia cuando algo no está bien.
Preocupémonos por sus cosas. Sobre todo si vemos que no están a gusto en el colegio, o no quiere ir a las excursiones, si
no lo invitan a cumpleaños…
Intentemos
que se reduzca este sistema de protección al que incordia, intentemos acabar
con el estereotipo de ser un “chivato”, para mejorar el ambiente en la escuela
y en casa. Y sobre todo como Educadores Sociales cambiemos esta realidad.
TEXTO: Reme Montes